Los orígenes de las comunidades judías españolas siempre han estado rodeados de leyandas; ya en el siglo diez circulaban historias de familias cuyos antepasados habían sido expulsados de Judea por Tito o incluso por Nabucodonosor. La tradición judía identifica desde época antigua a España con la Sefarad que menciona la Biblia. Por ello a los judíos de linaje español se les da el nombre de sefarditas. En época visigoda vivían en comunidades independientes unas de otras y pagaban al estado un impuesto especial. El primer código visigodo, la Lex Romana Visigothorum, incluyó las leyes romanas que, por influencia del cristianismo, cercenaban los derechos de los judíos. Se los excluía de los cargos publicos, se prohibían los matrimonios mixtos y la costrucción de nuevas sinagogas. Por los decretos promulgados contra ellos en las épocas de persecución sabemos que observaban los principales mandamientos de su ley: se circuncidaban, respetaban el Sabbat, las fiestas anuales y los ayunos.
La llegada en el año 711 de los primeros musulmanes a la Península supuso un cambio total de circunstancias; según la tradición los judíos ayudaron a los musulmanes a apoderarse de las principales ciudades. En la España musulmana los judíos gozaron de autonomía religiosa, ocuparon cargos en la corte califal y en la administración del estado y continuaron viviendo conforme a sus normas, fieles al Talmud.
Al fragmentarse el Califato de Córdoba en los reinos de Taifas, los cortesanos judíos continuaron ejercitandose en la política y en la administración pública, generalmente, desempeñando cargos de responsabilidad. La época dorada de los judíos españoles bajo dominio musulmán terminó con la llegada de los Almorávides, a finales del siglo once, y de los Almohades en el siglo doce.El fanatismo religioso de ambos pueblos terminó con la tolerancia en materia religiosa y los judíos de las ciudades andaluzas comenzaron a ser perseguidos. Se tomaron medidas contra ellos tratando de evitar su contacto con el resto de la población.
Durante los reinados de Ferdinando III y Alfonso X, reyes de Castilla, se completó fundamentalmente el período histórico que conocemos como Reconquista, con el pasaje a manos cristianas de la mayor parte de Al-Andalus y Levante. En el siglo trece se produjo un hecho trascendental para el futuro de las actividades de los judíos: entró en vigor en España la ley que prohibía a los cristianos cobrar intereses por los préstamos de dinero. A partir de entonces el préstamo a interés pasó a convertirse en una especialidad de los judíos, quedando fijado en Castilla en un 33 por cien y Aragón en un 20 por cien. La participación de los judíos en actividades de este tipo determinó un aumento consistente del sentimiento antisemita que desembocó en actitudes violentas contra las juderías.
Desde el final del siglo trece y durante el catorce, la política de los reyes respecto a los judíos sufrió una palautina trasformación. Los problemas religiosos y políticos, y un antisemitismo latente y continuo, hicieron que los judíos importantes fueran apartados poco a poco de las tareas de gobierno y de los puestos de responsabilidad. Los reyes se vieron muchas veces en situación comprometida, ya que, como necesitaban el dinero de los judíos, llegaban con ellos a acuerdos económicos, concediéndoles cargos públicos, pero los súbditos cristianos exigían una y otra vez que se le apartara de la política. Poco a poco la política española tendió a absorber o asimilar a los judíos en la sociedad cristiana mediante la conversión, o bien a apartarlos de ella mediante la expulsión. Este hecho se producirá en 1492; hasta entonces la situación de los judíos españoles se fue deteriorando con numerosos episodios de persecución. Hasta esta época, la existencia de los judíos y su derecho a vivir en el país como tales todavía no se discutía; pero terminadas las grandes conquistas militares este derecho empezó a cuestionarse cada vez con mayor frecuencia.
En el siglo catorce, el odio a los judíos aumentó en todo el territorio peninsular, alentado por una corrente de opinión encabezada por la Iglesia, especialmente dominicos y franciscanos, y que seguían la nobleza y el pueblo llano. Además, el siglo catorce, sobre todo en su segunda mitad, fue una época de crisis económica y social, cuyos aspectos más destacados fueron las guerras, el deterioro de cultivos, la Peste Negra y el alza de los precios. La población pasaba hambre y penalidades de todo tipo. Como consecuencia de todo ello, muchos acusaron a los judíos de atraer estas desgracias,culpándolos de todos los males, y continuamente se pedía a los reyes que tomasen medidas contra ellos. Al subir al trono los Reyes Católicos comienza un importante período de la historia de España. Una vez afianzados en el poder inician la tarea de reorganizar el reino en todos sus ámbitos. Uno de los principales problemas que tuvieron que afrontar fue la cuestión judía y, sobre todo, la de los conversos. En un principio fueron tolerantes con los judíos; respetaron su presencia, aunque procuraron tenerlos siempre bajo control.
Los Reyes Católicos se hicieron eco de las sucesivas peticiones de franciscanos, jerónimos y otros estamentos sociales sobre la creación de un tribunal de inquisición especial para los conversos. Tras una serie de negociaciones con el pontífice Sixto IV, obtuvieron, en 1478, la autorización para crear la Inquisición en Castilla, que debía servir para fortalacer el catolicismo y combatir la herejía.La Inquisición fue especialmente dura con los conversos más humildes, que eran además, los que peor se podían defender.
La tolerancia política, que no social, respecto a la existencia de comunidades judías en España terminó por desaparecer dentro de este ambiente. La última acusación que se le hizo fue la de arrastrar a los conversos al judaísmo, ayudándoles en sus prácticas; se decía que ejercían una mala influencia sobre los tibios conversos.
El 31 de marzo de 1492 se promulgó el decreto de expulsión, que no se hizo público hasta el mes de mayo. Las sinagogas, los cemeterios, las escuelas y el resto de los bienes públicos de los judíos fueron confiscados y declarados propriedad del tesoro real. La expulsión de los judíos no fue sólo una medida política, sino que también tuvo una clara motivación religiosa; no se buscaba la marcha de los judíos, sino más bien su conversión sincera. La expulsión de los judíos fue un acontecimiento sin igual en toda la historia medieval española, y tuvo una resonancia mucho mayor que la expulsión de judíos llevada a cabo en Francia o
Inglaterra.